- El rendimiento lento suele venir de hardware justo, configuración inadecuada o software/actualizaciones problemáticas.
- Actualizar Windows y drivers estables, optimizar almacenamiento y ajustar energía/efectos suele devolver fluidez.
- Vigilar temperaturas, malware y apps de inicio evita cuellos de botella silenciosos en equipos modestos.
- Si falta músculo, ampliar RAM/SSD o migrar el SO a un SSD marca la mayor mejora; como último recurso, reinstalar limpio.
Puede que lleves días pensando por qué, de repente, Windows 11 se ha vuelto lento: arranques eternos, apps que se abren con pereza o una fluidez que ya no es la que era. No estás solo. Hay casos en los que el problema viene de fábrica (hardware justo o mal dimensionado), y otros en los que, con el paso del tiempo, el sistema se degrada o se desajusta por actualizaciones, drivers o simples malos hábitos.
La buena noticia es que existen soluciones reales y contrastadas para recuperar rendimiento. En estas líneas encontrarás una guía completa que reúne lo mejor de múltiples fuentes: desde consejos de optimización, mantenimiento y seguridad, hasta pasos concretos para configurar Windows 11, diagnosticar cuellos de botella y, si hace falta, dejarlo “como nuevo”.
Por qué Windows 11 puede ir lento
Aunque tu equipo cumpla los requisitos mínimos, eso no garantiza una experiencia ágil: Windows 11 es más exigente que Windows 10 y, en general, pide superar holgadamente lo básico. Si el rendimiento ya iba justo en Windows 10, es probable que en Windows 11 notes más fricción.
Además, con el tiempo es normal que se acumule “lastre”: residuos de software, servicios en segundo plano que no necesitas, fragmentación lógica del espacio libre, y pequeñas incoherencias del sistema que se traducen en una sensación de pesadez.
No hay que olvidar el papel de las actualizaciones de Windows y drivers. Algunas versiones han arrastrado problemas puntuales con CPUs o GPUs (tanto AMD como Intel/NVIDIA), y de vez en cuando aparecen bugs que afectan al rendimiento o la estabilidad. Actualizar a una versión estable y probada suele mejorar la situación, pero conviene no ser el primero en instalar grandes releases.
Para que te sitúes, estas tres configuraciones sirven como referencia rápida del rendimiento que cabe esperar con Windows 11, y ayudan a entender si lo que notas es “normal” por limitaciones físicas:
- CPU de 2 núcleos y 4 GB de RAM con almacenamiento eMMC (por ejemplo, un Celeron N4000): cumple mínimos, pero la experiencia suele ser lenta. Con 4 GB, Windows 11 va muy justo.
- CPU 4C/8T, 8 GB de RAM y SSD (por ejemplo, un Ryzen 3 3100): nivel aceptable para un uso fluido general.
- CPU 6C/12T, 16 GB de RAM y SSD (por ejemplo, un Core i5-10400F): rendimiento óptimo; si va lento aquí, el cuello no es la potencia.
Diagnóstico rápido: ¿tengo un problema de hardware, software o configuración?
Antes de aplicar cambios, conviene distinguir si el freno es físico (temperatura, disco fallando), lógico (drivers, malware, servicios) o de configuración (planes de energía, efectos gráficos, indexación). Unas comprobaciones te ahorrarán tiempo.
1) Revisa la versión exacta de Windows (OS Build). Win + X > Especificaciones del sistema, copia la información y compárala con la última versión estable. Si acabas de instalar una gran actualización, espera unos días o comprueba si hay parches acumulativos.
2) Abre Información del sistema. Win + Q > msinfo32 y verifica hardware (CPU, RAM, BIOS/UEFI, almacenamiento). Detectarás si algo no cuadra, por ejemplo, menos RAM reconocida, modo SATA extraño o un firmware desactualizado.
3) Temperaturas en reposo y carga. Con herramientas como HWiNFO64 puedes monitorizar CPU y GPU. Lo normal en reposo es estar claramente por debajo de 60 °C; si ves 60–70 °C sin hacer nada, hay un problema térmico. Estresa el equipo con Cinebench R23 (CPU) y FurMark (GPU) y comprueba que las temperaturas y frecuencias se mantienen dentro de un rango razonable.
4) Espacio y salud del disco. Si la unidad del sistema está casi llena, el rendimiento se resiente. Usa Configuración > Sistema > Almacenamiento para ver el desglose y el Sensor de almacenamiento. Ejecuta también CHKDSK para identificar errores lógicos que puedan estar lastrando el I/O.
5) Entornos gestionados (Intune) y cifrado. Algunos usuarios en portátiles HP recientes han notado que tras actualizar a Windows 11 24H2 el arranque se alarga varios minutos y el sistema queda perezoso. Se sospecha del cifrado activado (BitLocker/Device Encryption) con nuevas políticas. Si es tu caso, valida OS Build y msinfo32, revisa políticas de cifrado y arranque seguro, y prueba en un equipo “gemelo” sin cifrado para aislar el impacto (siempre respetando las directivas de tu organización).
Soluciones paso a paso que sí funcionan
Actualiza Windows 11 con cabeza
Actualizar puede arreglar cuellos de rendimiento y errores conocidos, especialmente si vienes de compilaciones afectadas por bugs de CPU o GPU. Instala la versión estable más reciente… pero no seas el primero con las grandes anuales: espera 1–2 meses para esquivar fallos gordos que Microsoft aún esté corrigiendo.
Antes de actualizar, revisa los errores conocidos del parche y, tras instalar, comprueba que no haya regresiones. Si algo va a peor, usa la opción de desinstalar la actualización reciente o restaurar el sistema.
Drivers: sí, pero oficiales y estables
Windows 11 necesita drivers al día, en especial los de gráfica (NVIDIA/AMD/Intel) y chipset. Descárgalos de las webs oficiales, elige el paquete correcto (modelo y SO) y evita betas en equipos de producción. Tras instalar, reinicia.
Si notas inestabilidad o caídas de rendimiento con el driver nuevo, vuelve a la versión anterior. Es más común de lo que parece instalar “casi el correcto” y que un detalle menor rompa algo.
Temperaturas y mantenimiento físico
Un equipo que se calienta de más se autoprotege bajando frecuencias, lo que se traduce en lentitud. Monitoriza temperatura y, si es alta, limpia el polvo, verifica que todos los ventiladores giran y que el flujo de aire es el adecuado.
Otras acciones que funcionan: retirar cualquier overclock, cambiar pasta térmica en CPU y GPU (si sabes hacerlo o con profesional), y asegurarte de que el disipador es suficiente para el TDP de tu procesador. Si nada ayuda, sospecha de hardware defectuoso.
Optimiza la unidad (sin confundir con desfragmentar SSD)
En Windows 11 la herramienta de “Optimizar unidades” realiza mantenimiento acorde al tipo de disco. No es lo mismo que desfragmentar “a lo clásico”. En SSD, desfragmentar no es recomendable y puede acortar su vida. Optimiza así:
Explorador de archivos > clic derecho en la unidad > Propiedades > pestaña Herramientas > Optimizar > selecciona la unidad y optimiza. Puedes programar optimizaciones periódicas desde “Cambiar configuración”.
Libera RAM y controla el arranque
Con 4–6 GB de RAM cualquier ahorro se nota. Desactiva lo que inicia con el sistema: Administrador de tareas > Inicio y deshabilita lo prescindible (launchers, updaters, clientes auxiliares). Cierra procesos que traguen memoria cuando no los uses.
Algunos launchers superan cómodamente los 100 MB en segundo plano; si sumas varios, lo notas. No habrá milagros en equipos muy justos, pero ganarás fluidez.
El plan de energía también importa
Si estás en “Economizador”, el equipo prioriza duración de batería frente a rendimiento. En sobremesa usa Alto rendimiento; en portátil, Equilibrado salvo que necesites exprimir al máximo la batería. Cambia el plan desde “Editar plan de energía” > “Cambiar la configuración avanzada”.
Un simple cambio de plan puede suponer una diferencia apreciable en tiempos de respuesta y en cómo boostean CPU y GPU.
Desinstala lo que no usas y recupera espacio
Aplicaciones que ya no necesitas consumen recursos (a veces en segundo plano) y ocupan disco. Ve a Configuración > Aplicaciones > Aplicaciones instaladas, ordena por tamaño/fecha y elimina lo superfluo.
Deja siempre libre al menos un 10% del SSD/HDD. Cuando la unidad está a tope, Windows se vuelve torpe: la paginación, la caché y las actualizaciones sufren.
Pasa un antivirus: Microsoft Defender te vale
Adware, mineros y otras “molestias” pueden devorar recursos sin que te enteres. Abre Seguridad de Windows y ejecuta un análisis completo. Programa un análisis semanal si tu perfil de uso es “medio”; si descargas cosas de riesgo, analiza tras cada exposición.
Evita cracks y software no original: la probabilidad de colar malware se dispara, y aunque no robe datos, puede dejar el equipo renqueante.
Aligera la interfaz: menos efectos, más agilidad
Windows 11 incluye transparencias y animaciones que, en equipos modestos, restan fluidez. Desactívalas en Configuración > Accesibilidad > Efectos visuales (transparencias y animaciones).
Para apurar, abre “Ver configuración avanzada del sistema” > Opciones avanzadas > Rendimiento > Configuración > Efectos visuales y marca “Mejor rendimiento”. Puedes revertirlo cuando mejores hardware.
VBS/HVCI: seguridad con coste en rendimiento
La seguridad basada en virtualización (VBS) y la integridad de código reforzada por hipervisor (HVCI) añaden protección, pero pueden restar FPS y agilidad general en algunos equipos.
Si no la necesitas por política corporativa, busca “Aislamiento del núcleo” y desactiva la opción correspondiente. Si no aparece, ya está desactivada. Reinicia para aplicar cambios.
Antivirus y “suites” de seguridad: uno y bien
Tener varios antivirus a la vez genera conflictos, ventanas emergentes y consumo inútil de RAM/CPU. Con Defender basta en la mayoría de casos; si prefieres otro, deja solo uno activo y desinstala el resto desde “Agregar o quitar programas”.
Hay suites que, en inactividad, pueden reservar 200–500 MB; si juntas dos o tres, entenderás por qué notas el sistema pesado.
Activa el Modo Juego
Reduce notificaciones
Las notificaciones requieren que el sistema esté vigilando eventos. En equipos modestos, desactivarlas mejora la fluidez y, de paso, tu concentración. Ajusta en Configuración > Sistema > Notificaciones.
Apagado completo de vez en cuando
Hibernar o reiniciar no siempre limpia el estado por completo. Un apagado total vacía RAM y cierra procesos “pegados”, resolviendo pequeños conflictos que penalizan el rendimiento.
Indexación de búsqueda: limítala o apágala
OneDrive: pausa la sincronización
La sincronización constante puede provocar picos de uso de disco y CPU. Desde el icono de OneDrive en el área de notificación, pausa la sincronización cuando necesites rendimiento. Y si no lo usas, evita que arranque con el sistema.
Usa aplicaciones más ligeras
Algunas apps son tragónas por diseño. Por ejemplo, navegadores que consumen mucha RAM; cambiar a alternativas más ligeras (como Opera o Vivaldi) puede mejorar la experiencia en equipos con 8 GB o menos.
Lo mismo vale para ofimática o edición: busca herramientas menos pesadas si tu hardware va justito y notarás fluidez extra.
Desactiva el Inicio rápido si te da problemas
El Inicio rápido acelera el arranque, pero en algunos equipos provoca arranques lentos o comportamientos raros. En Panel de control > Hardware y sonido > Opciones de energía > Elegir el comportamiento de los botones de inicio/apagado, desmarca “Activar inicio rápido”.
Memoria virtual: déjala en automático
Si toqueteaste el archivo de paginación, vuelve a la gestión automática: Win + R > sysdm.cpl > pestaña Avanzado > Rendimiento > Configuración > Avanzado > Memoria virtual > Cambiar > marca “Administrar automáticamente…”.
Libera espacio con el Sensor de almacenamiento y el Liberador
Para limpiar temporales: Configuración > Sistema > Almacenamiento > Archivos temporales > selecciona lo que sobre y “Quitar archivos”. Activa el Sensor de almacenamiento y personaliza su frecuencia y qué borrar automáticamente.
Si no tienes Sensor de almacenamiento, usa el Liberador de espacio en disco: búscalo, ejecuta, marca tipos de archivo y, para ir más allá, pulsa “Limpiar archivos del sistema”. Recuerda vaciar Papelera y revisar Descargas si lo configuras para limpiarla.
Si sigues justo de espacio, mueve fotos, música o proyectos pesados a una unidad externa. En el Explorador, selecciona archivos > Inicio > Mover a > Elegir ubicación, y elige el medio extraíble.
Cuando el hardware se queda corto
En equipos del perfil mínimo, los ajustes ayudan, pero no hacen milagros. Aumentar RAM a 8 GB y montar un SSD marcan un antes y un después. Si puedes, salta a una CPU de al menos 4 núcleos para tareas generales.
Si la unidad C está al límite, amplía su tamaño. Algunas guías recomiendan herramientas de particionado como EaseUS Partition Master, que permiten “Asignar espacio” o “Redimensionar/Mover” para ganar gigas en C cuando tienes hueco libre en otras particiones.
Dos escenarios típicos para ampliar C:
- Con espacio no asignado contiguo: Redimensionar/Mover la partición del sistema arrastrando el extremo hacia el hueco vacío y aplicar los cambios.
- Sin espacio no asignado: Asignar espacio desde otra partición con margen hacia la unidad C y aplicar. Revisa que los cambios queden como esperas antes de confirmar.
Otra mejora de impacto es migrar el sistema a un SSD. Con la opción “Migrar SO” de estas utilidades, clonas Windows a la nueva unidad. Ojo: si no hay espacio sin asignar suficiente, el proceso puede borrar el disco de destino. Haz copia de seguridad de todo lo importante antes de empezar.
Si nada funciona: reinstalación limpia o volver temporalmente
Cuando has heredado conflictos de drivers, sufrido malware o el sistema está “tocado”, una reinstalación limpia ahorra horas. Entra en Restablecer este PC, elige quitar todo y usa reinstalación local. El asistente hace el trabajo casi solo y mantiene la activación ya asociada a tu hardware.
En casos muy concretos, si estás en una build problemática y no te urge, puedes volver a Windows 10 desde Configuración > Sistema > Recuperación > Volver, cumplimentar el asistente y esperar a que Windows 11 reciba la siguiente versión estable que resuelva los fallos que te afectan.
Con un poco de método —diagnóstico claro, ajustes bien tirados y mantenimiento básico— la mayoría de equipos con Windows 11 recuperan su agilidad. Empieza por lo no intrusivo (drivers, almacenamiento, energía, efectos), vigila temperaturas y, si te falta músculo, invierte en RAM/SSD; cuando todo falla, una reinstalación limpia te devuelve un sistema fresco y listo para rendir.