OpenAI activa el «código rojo» para blindar el liderazgo de ChatGPT frente a Gemini

Última actualización: diciembre 4, 2025
Autor: Isaac
  • Sam Altman ha declarado un "código rojo" interno en OpenAI para priorizar mejoras urgentes en ChatGPT ante la presión de Gemini 3 y otros rivales.
  • La compañía retrasará proyectos como los anuncios, los agentes de IA y ChatGPT Pulse para destinar más recursos técnicos y humanos al chatbot.
  • Google aprieta el acelerador con Gemini 3 y el generador de imágenes Nano Banana Pro, mientras crece su base de usuarios y su ventaja en infraestructura.
  • OpenAI afronta el reto de mantener su posición y su ritmo de innovación en un mercado de IA cada vez más competitivo y costoso.

OpenAI codigo rojo ChatGPT

OpenAI ha pisado el acelerador y ha encendido todas las alarmas internas. La compañía que abrió la veda de la inteligencia artificial generativa con ChatGPT se enfrenta ahora a una competencia mucho más madura, con Google y Anthropic recortando distancias a un ritmo que ya no puede ignorar.

En este contexto, Sam Altman ha declarado un «código rojo» dentro de la empresa, una señal de máxima urgencia que implica cambios inmediatos en la hoja de ruta. El objetivo es claro: reforzar ChatGPT, el producto estrella de OpenAI, antes de que la percepción de liderazgo tecnológico se incline de forma estable hacia rivales como Gemini 3.

Qué significa el «código rojo» en OpenAI y por qué se activa ahora

Según distintos memorandos internos filtrados a varios medios estadounidenses, Altman ha pedido a todos los equipos que reorienten sus esfuerzos hacia la mejora directa de ChatGPT. La instrucción incluye la posibilidad de trasladar de forma temporal personal de otros proyectos al desarrollo del chatbot, con la idea de concentrar talento y recursos técnicos allí donde más falta hacen.

Este «código rojo» llega después de una etapa previa de «código naranja», una fase de alerta que ya indicaba preocupación por el avance de Google y otros competidores. El salto al máximo nivel de alarma se habría producido tras la presentación de Gemini 3, el modelo de Google que en distintos benchmarks supera a GPT-5.1 en razonamiento académico, programación y otras tareas complejas.

En los mensajes remitidos al personal, Altman habla de la necesidad de hacer que ChatGPT sea más rápido, más fiable y más personalizable, capaz de contestar a un abanico aún más amplio de preguntas y contextos. No se trata solo de añadir funciones nuevas, sino de pulir la experiencia de uso para que el servicio resulte más intuitivo y útil en el día a día.

Relacionado:  Cómo desactivar el inicio de sesión automático en Google Chrome

Para coordinar esta ofensiva, el CEO ha anunciado reuniones diarias con los responsables de las áreas clave implicadas en el desarrollo del chatbot. La dinámica interna pasa, por tanto, a un modo casi de «economía de guerra» tecnológica, con un seguimiento continuo de los avances y presión por obtener resultados en plazos cortos.

ChatGPT, prioridad absoluta: anuncios, Pulse y agentes de IA pasan a segundo plano

La activación del «código rojo» no se queda en un gesto simbólico. OpenAI ha decidido aplazar varias iniciativas que estaban en la rampa de salida para liberar capacidad y centrarse de lleno en su producto más conocido.

Entre los proyectos afectados se encuentran la introducción de publicidad en ChatGPT, que venía dejándose entrever en pruebas y rastros de código, y el despliegue masivo de ChatGPT Pulse, un asistente más proactivo pensado para ofrecer recomendaciones y resúmenes personalizados, por ejemplo sobre compras o información de interés para cada usuario.

También se pospone el lanzamiento de agentes de inteligencia artificial especializados, especialmente aquellos orientados a ámbitos sensibles como la salud o a nichos de alto potencial económico como las compras en línea. La consigna es clara: los recursos humanos y técnicos que estaban dedicados a estos desarrollos se redirigen de manera prioritaria a reforzar el núcleo del servicio conversacional.

Dentro de la compañía, esta reordenación se traduce en traslados temporales de equipos, cambios en los calendarios de lanzamiento y, en la práctica, una congelación parcial de la expansión del catálogo de productos. La apuesta pasa por fortalecer la base antes de volver a abrir nuevas líneas.

La presión de Gemini 3 y el recuerdo del «código rojo» de Google

Resulta llamativo que, apenas dos años y medio después de que Google reaccionara a ChatGPT declarando su propio «código rojo», sea ahora OpenAI quien recurra a la misma expresión para describir la situación interna. Entonces fue la tecnológica de Mountain View la que se veía forzada a acelerar su estrategia de IA tras haber sido superada en visibilidad y ritmo de innovación.

Durante 2023 y 2024, la sensación general era que Google iba a rebufo en la carrera de la IA generativa, con tropiezos como el lanzamiento inicial de Bard y algunos fallos sonados en sus herramientas de generación de imágenes. Sin embargo, a lo largo de 2025 el panorama ha ido cambiando a medida que la compañía encadenaba versiones cada vez más pulidas de sus modelos Gemini.

Con Gemini 2, 2.5 y ahora Gemini 3, Google ha logrado situarse en la parte alta de muchas pruebas de rendimiento. Su modelo más reciente destaca en razonamiento, programación y manejo multimodal, mientras que su generador de imágenes Nano Banana Pro se ha consolidado como una alternativa muy competitiva frente a propuestas como DALL·E.

Relacionado:  Epson presenta su nueva línea EcoTank Pro: modelos, funciones y disponibilidad

Los números de uso reflejan también este acercamiento. Google ha comunicado que su aplicación de Gemini supera ya los 650 millones de usuarios activos mensuales, y a esa cifra habría que añadir todos aquellos que interactúan con la IA integrada en productos como el Buscador, Gmail, YouTube, Android o el propio navegador. Esa capacidad de integración nativa es uno de los factores que más preocupa en OpenAI.

Al otro lado, OpenAI ha informado de que ChatGPT ronda los 800 millones de usuarios semanales, lo que apunta a una base potencial de más de mil millones de usuarios mensuales si se mantienen las proporciones típicas entre métricas semanales y mensuales. Aun así, la sensación dentro del sector es que la distancia entre ambas plataformas se está estrechando.

Un mercado de IA cada vez más exigente y caro

El pulso entre OpenAI y Google no se limita a una cuestión de calidad de respuestas. La infraestructura y el músculo financiero juegan un papel crucial en un momento en el que entrenar y operar modelos de última generación requiere inversiones descomunales.

Google parte con una clara ventaja en este terreno, apoyada en décadas de experiencia construyendo infraestructura propia y chips específicos para cargas de IA. Sus resultados financieros recientes muestran beneficios multimillonarios y una capacidad de gasto en centros de datos que difícilmente puede igualar una compañía de tamaño mucho menor como OpenAI.

Por su parte, OpenAI depende en gran medida de acuerdos con socios y de rondas de financiación. Aunque la firma ha crecido con rapidez y genera ingresos significativos a través de suscripciones, licencias y servicios para empresas, sigue lejos de la escala y la estabilidad financiera de los gigantes tecnológicos consolidados.

Este contexto hace que cada decisión estratégica tenga un coste adicional: mantener el liderazgo técnico implica gastar mucho en computación, talento y desarrollo de producto, justo cuando los competidores no solo atrapan en rendimiento, sino que también cuentan con bolsillos muy profundos.

La activación del «código rojo» puede interpretarse, en parte, como una forma de priorizar de manera agresiva aquello que mejor sostiene la posición de OpenAI en el mercado y que, al mismo tiempo, justifica sus valoraciones y planes de crecimiento a ojos de inversores y analistas.

Relacionado:  Cómo habilitar el ahorro de memoria en Google Chrome

Cómo afecta este movimiento al ecosistema de usuarios y empresas

Más allá de las batallas internas de Silicon Valley, los cambios en la estrategia de OpenAI impactan directamente en millones de usuarios y en miles de empresas que han integrado ChatGPT en sus flujos de trabajo. Muchos de ellos se encuentran en Europa y España, donde el uso del chatbot se ha disparado en entornos educativos, profesionales y de ocio.

Para quienes emplean ChatGPT como herramienta diaria —desde estudiantes hasta pymes, despachos profesionales o departamentos de comunicación—, el foco renovado en mayor velocidad, fiabilidad y capacidades de personalización puede traducirse en mejoras tangibles: respuestas mejor adaptadas al contexto, menos errores en tareas técnicas y una interacción más cercana a la de un asistente personal.

Al mismo tiempo, el retraso de nuevas funciones como los anuncios o determinados agentes autónomos puede suponer un respiro para una parte de la base de usuarios que veía con recelo la llegada de la publicidad al chatbot. En el corto plazo, todo apunta a que la experiencia seguirá centrándose en la calidad de la conversación, sin tantas capas comerciales añadidas.

Para el tejido empresarial europeo, incluido el español, el movimiento de OpenAI refuerza la sensación de estar ante una carrera de fondo en la que los proveedores de IA pueden cambiar de posición con rapidez. Las compañías que basan procesos críticos en estos modelos deberán seguir con atención la evolución de ChatGPT, Gemini y otros actores, y valorar hasta qué punto conviene diversificar proveedores o apostar por un único socio tecnológico.

En paralelo, las autoridades reguladoras de la Unión Europea, inmersas en la aplicación del marco normativo de la IA, observarán con lupa cómo se desarrollan estas plataformas, especialmente en ámbitos sensibles como la salud, la educación o los servicios financieros, donde los agentes de IA más autónomos podrían tener un impacto considerable.

La decisión de OpenAI de activar el «código rojo» dibuja un momento de inflexión en la carrera por la inteligencia artificial generativa: la empresa que abrió camino con ChatGPT se ve obligada ahora a concentrar fuerzas para defender su posición frente a un Google cada vez más sólido y otros rivales en ascenso, en un entorno de costes crecientes y expectativas altísimas por parte de usuarios, empresas e inversores.