- El sector salud concentra incidentes críticos por ransomware, robo de datos y mala configuración.
- La hiperconectividad e IoMT amplían el riesgo; patient safety y continuidad son el eje.
- Protección basada en riesgo: cifrado, MFA, segmentación, SOC/XDR y cultura de seguridad.
- Plan de respuesta probado, gobernanza clara y cumplimiento normativo marcan la diferencia.
La sanidad se ha digitalizado a toda velocidad y, con ello, también han crecido los riesgos: hoy un ataque informático puede frenar una intervención, colapsar Urgencias o dejar fuera de juego sistemas críticos. En ese contexto, la ciberseguridad hospitalaria ya no es solo un tema técnico; es un asunto de salud pública que afecta a pacientes, profesionales y a la continuidad asistencial.
Los datos de referencia publicados en Europa y España muestran una realidad incómoda: el sector salud concentra un volumen notable de incidentes, con picos de impacto por ransomware, robo de datos y fallos en la cadena de suministro. En paralelo, aumentan los dispositivos conectados, la heterogeneidad tecnológica y los flujos de información clínica, lo que multiplica la superficie de ataque y exige una protección alineada con normativa, gobernanza y cultura de seguridad.
Panorama actual: cifras clave y tendencia en Europa
El termómetro europeo de incidentes de ciberseguridad con datos entre mediados de 2022 y mediados de 2023 sitúa a la salud con alrededor del 8% de los casos, por detrás de las Administraciones públicas (19%), pero por delante de banca (6%), transporte (6%) o energía (4%). Aunque el porcentaje pueda parecer moderado, el impacto sobre la asistencia y la confianza ciudadana lo convierte en un objetivo especialmente crítico.
Durante los últimos años, múltiples fuentes coinciden en que la sanidad ha sido uno de los sectores más golpeados en la UE, con especial protagonismo del ransomware. En muchos de esos ataques, además de paralizar sistemas, los delincuentes exfiltran historiales y otros datos sensibles, incrementando el daño reputacional y el coste regulatorio por posibles incumplimientos de protección de datos.
Si miramos la dimensión económica, los estudios sectoriales dibujan dos planos: por un lado, estimaciones globales que elevan el coste medio de una brecha en salud por encima de los 10 millones de dólares; por otro, análisis europeos que sitúan el impacto económico medio por incidente en el entorno de los cientos de miles de euros, sin contar el golpe intangible a la reputación.
A nivel geográfico y por tipología de amenazas, los informes especializados también reflejan la presión sostenida del ransomware en Europa, con países como España apareciendo entre los más afectados por esta ciberamenaza y con la sanidad situada entre los sectores con mayor número de casos reportados.
Por qué los hospitales son un objetivo: particularidades del entorno
En el ecosistema sanitario confluyen varias características que lo vuelven apetecible para el atacante. La primera es la criticidad de los servicios asistenciales: detener una UCI, bloquear un quirófano o tumbar la Historia Clínica Electrónica no es un simple problema informático, es una disrupción que genera alarma social y presiona para “pagar por volver a la normalidad”.
El segundo ingrediente es el valor de los datos. Las historias clínicas, los informes de laboratorio o la información demográfica tienen un precio en el mercado negro que supera con creces al de una tarjeta bancaria. Hay estimaciones que sitúan una historia clínica entre decenas y cientos de dólares, dependiendo del nivel de detalle y potencial de fraude.
La tercera particularidad es la hiperconectividad y la heterogeneidad tecnológica. Los centros han acelerado su transformación digital, mezclando sistemas legados con plataformas nuevas, dispositivos médicos conectados y equipos que el paciente utiliza en casa. Esta coexistencia complica la operación y el mantenimiento, y amplía el perímetro de ataque.
Por último, el volumen y flujo de datos no paran de crecer. Sistemas clínicos, OT hospitalaria (BMS), IoT e IoMT intercambian información dentro y fuera del hospital. Esta maraña, que en algunos entornos llega a decenas de miles de dispositivos, exige un esfuerzo constante para mantener toda la arquitectura de red actualizada y seguro.
Amenazas y vectores de entrada más habituales
Los informes europeos señalan la mala configuración de seguridad como la puerta de entrada más frecuente, con un peso superior a dos tercios de los incidentes analizados. Le siguen el error humano y las acciones internas no maliciosas, y, en menor medida, la ingeniería social y el phishing como vector para la intrusión o el robo de datos.
La cadena de suministro añade riesgo adicional: vulnerabilidades sin parchear en software o hardware, librerías de terceros o integraciones poco robustas pueden abrir brechas. También son habituales la descarga e instalación de malware dentro de la infraestructura por falta de controles o por prácticas poco seguras.
En tipologías, el ransomware domina la estadística de la salud, con más de la mitad de los incidentes atribuidos a esta familia. En un porcentaje significativo, además de cifrar sistemas, el ataque incluye la exfiltración de información. Junto al ransomware, aparecen intrusiones clásicas y brechas de datos, así como un crecimiento de los ataques de denegación de servicio dirigidos a infraestructuras sanitarias.
Entre las familias de ransomware recurrentes en el entorno hospitalario se han citado variantes como LockBit, Vice Society, LV Group o BackCat/ALPHV, todas ellas con un historial de paralización de servicios y chantaje por datos robados.
Quiénes son víctimas, qué buscan y qué impacto provocan
Los proveedores de atención (clínicas, hospitales, centros asistenciales) concentran la mayor parte de los incidentes, con un peso muy destacado en los hospitales. También sufren ataques autoridades sanitarias y agencias públicas, así como la industria farmacéutica y, en medida menor, la atención primaria.
En cuanto a la motivación, predomina la ciberdelincuencia organizada con objetivos económicos. Donde ponen el foco es en aquello que más les reporta: datos de pacientes (historias clínicas, resultados de laboratorio, identificadores), información de la infraestructura TIC y datos corporativos. La información clínica representa una parte sustancial de los activos comprometidos por su potencial de fraude, suplantación e extorsión.
El impacto tiene dos caras: la visible, en forma de paradas de servicio, cancelación de citas o pérdida de acceso a sistemas asistenciales; y la menos tangible, que afecta a la confianza de pacientes y profesionales, a la reputación del centro y a su exposición a sanciones regulatorias.
Además, muchos ataques se preparan con antelación, permaneciendo en silencio durante semanas para contaminar copias de seguridad o explorar con calma el entorno. Cuando afloran, la respuesta puede requerir días o semanas, y no siempre se dispone de backups limpios para una recuperación rápida.
Más allá del dato: seguridad del paciente y casos reales
Un ciberataque en un hospital no solo va de bits, va de personas. Una caída de la HCE o del sistema de prescripción puede retrasar tratamientos, saturar circuitos manuales y elevar el riesgo de error clínico. Existen episodios documentados donde la indisponibilidad derivó en reprogramaciones masivas y demoras con impacto asistencial, y casos trágicos en los que el retraso acumulado se asoció a resultados fatales.
En Europa se han vivido incidentes de alto perfil: centros que operaron en modo mínimo durante días, servicios de emergencia limitados o agendas quirúrgicas casi paralizadas por ataques de ransomware. Estas situaciones han acelerado el debate político y técnico, impulsando llamamientos para reforzar la resiliencia y desplegar soluciones avanzadas de ciberseguridad en el ámbito sanitario.
El reto específico de los Servicios de Farmacia Hospitalaria
Cuando un hospital sufre un ataque, el Servicio de Farmacia es especialmente sensible. La pérdida de acceso a la HCE, prescripción electrónica, armarios automatizados o herramientas de soporte a la decisión obliga a pasar a procesos manuales, más lentos y con mayor probabilidad de error.
En ese escenario, se resiente la productividad y la coordinación con proveedores; gestionar stock, validar órdenes o documentar la administración se complica, y la comunicación (teléfono, correo, mensajería) puede verse limitada o caer por completo, incrementando la presión operativa en la planta.
La respuesta requiere protocolos claros: roles, circuitos alternativos, formatos de registro transitorio y priorización de pacientes. También son clave un plan de contingencia vivo, ejercicios de simulación periódicos y autoevaluaciones de riesgo que mantengan preparado al equipo para escenarios plausibles.
Aunque no siempre sea viable reproducir el caos de un incidente real, programar simulacros con afectación parcial ayuda a detectar cuellos de botella y a entrenar la coordinación multidisciplinar entre farmacia, enfermería, médicos, administración y sistemas.
Marco normativo y gobierno de la seguridad
La seguridad en salud se apoya en normas y marcos contrastados. En Europa, el RGPD define el tratamiento de datos de salud como de máxima sensibilidad; el Reglamento sobre productos sanitarios (2017/745) y la UNE-EN 80001 abordan la gestión de riesgos en dispositivos médicos y redes TI; el ENS establece requisitos para el sector público y es referencia para entornos mixtos.
En gestión, la ISO/IEC 27001 aporta una base para un Sistema de Gestión de Seguridad de la Información. Y desde el prisma de resiliencia de servicios esenciales, el avance regulatorio europeo (con directrices y nuevas obligaciones como las de NIS2) empuja a hospitales y regiones a evaluar, reforzar y priorizar la continuidad.
Además de cumplir, hay que organizarse. La gobernanza exige roles definidos, protocolos de escalado, canales de comunicación internos y con autoridades, y una cultura que implique a dirección, operaciones y clínicos. Sin ese engranaje, la mejor tecnología corre el riesgo de quedarse a medias.
Los equipos de cumplimiento deben vigilar cambios regulatorios y alinear inversiones y controles con el apetito de riesgo de la organización. La coordinación entre ingeniería clínica, TI y seguridad a la hora de incorporar nuevos equipos o plataformas es esencial para no abrir brechas involuntarias.
Medidas prioritarias para proteger y preparar el hospital
La estrategia debe partir de un análisis de riesgos y desplegar controles proporcionales. Entre las medidas técnicas básicas destacan el cifrado de datos en tránsito y reposo, la autenticación multifactor para accesos críticos y la monitorización continua con capacidades de detección y prevención de intrusiones.
Es vital contar con un sistema maduro de respuesta ante alertas e incidentes, junto con políticas de gestión de parches, endurecimiento de configuraciones y revisión de reglas de firewall. La segmentación de red y redes aisladas, así como redes aisladas para equipos críticos que no pueden actualizarse, reduce drásticamente la superficie de ataque.
El control de accesos debe regirse por mínimos privilegios y una buena gestión de identidades. Copias de seguridad probadas, inmutables y fuera de línea, auditorías periódicas y pruebas de seguridad ayudan a mantener el entorno robusto frente a errores y a tácticas de adversario.
La concienciación es otro pilar. Formación periódica, ejercicios de phishing y simulaciones de incidentes crean una cultura en la que todo el personal entiende su papel. Complementariamente, servicios gestionados como SOC sectorial, XDR, detección de anomalías o inteligencia de amenazas elevan la capacidad de prevención y respuesta.
En España, la industria de ciberseguridad ofrece un abanico completo: desde consultoría y auditoría hasta operación 24×7, con despliegues in situ o en la nube. El catálogo público de soluciones refleja que hay capacidad para cubrir toda la cadena de valor, equilibrando recursos propios y servicios externos.
Inteligencia artificial: ventajas, riesgos y buenas prácticas
La IA está cambiando el tablero. Bien aplicada, permite detectar patrones de ataque, acelerar la correlación de eventos y automatizar tareas de monitorización e investigación, ganando tiempo frente a amenazas que evolucionan a gran velocidad.
Puede, además, mejorar la protección de datos mediante técnicas avanzadas y reforzar la autenticación con biometría o análisis de comportamiento. En salud, la capacidad de procesar grandes volúmenes de telemetría y registros ayuda a reducir el tiempo de detección y contención.
No todo son ventajas. La dependencia de algoritmos puede generar falsos positivos/negativos; los sesgos del entrenamiento afectan a la precisión; y existen ataques específicos que manipulan datos para engañar a los modelos (adversariales). A ello se suman las exigencias de privacidad, el coste continuo de mantenimiento y la necesidad de perfiles cualificados.
Para mitigar estos riesgos, conviene establecer evaluaciones periódicas de vulnerabilidades, pruebas de penetración, actualización continua de modelos, monitorización 24×7 y formación sobre capacidades y límites de la IA. También son clave el cumplimiento normativo, la colaboración entre organizaciones y la transparencia en el funcionamiento de los sistemas para mantener la confianza.
Preparación y respuesta: del papel a la práctica
El momento de planificar es ahora, no en plena crisis. Un plan de respuesta a incidentes con playbooks específicos para sanidad (incluyendo TI, OT y dispositivos médicos) marca la diferencia cuando saltan las alarmas.
Conformar un equipo de respuesta (CSIRT), definir roles, ensayar con ejercicios tipo Red/Blue Team y asegurar la continuidad de negocio evita improvisaciones. La coordinación con autoridades, la gestión de medios y una comunicación interna clara forman parte de la gestión de crisis.
Los episodios vividos por hospitales europeos han dejado lecciones valiosas: gobernanza sólida, monitorización continua, procedimientos probados y una recuperación ordenada acortan los tiempos y reducen el impacto en la asistencia. Probar lo que está escrito es tan importante como escribirlo.
Asumir que “puede ocurrir” implica preparar rutas de trabajo manual, priorizar servicios críticos, validar restauraciones y orquestar la vuelta a la normalidad de forma segura, evitando reinfectar sistemas o reabrir puertas que el atacante ya conoce.
Capacidades especializadas que demanda el sector
El ecosistema de proveedores especializados ha madurado para responder a las particularidades de la salud. Entre los servicios con mayor tracción destacan el SOC con foco sanitario, la evaluación integral de ciberseguridad (TI y OT), el hacking ético de equipamiento médico y el análisis de arquitecturas y segmentación.
También han ganado peso las sondas específicas para tráfico de imagen médica (p. ej., con análisis DICOM), la consultoría para alinear con marcos como NIST CSF, el cumplimiento de HIPAA/GDPR cuando aplica y la concienciación adaptada a entornos clínicos.
Los equipos multidisciplinares (ingeniería clínica y biomédica, industrial, informática y telecomunicaciones) aportan una visión completa que integra negocio, seguridad y operación asistencial. Este enfoque ayuda a decidir qué proteger, cómo y con qué prioridad, siempre con la seguridad del paciente en el centro.
Al final, cada organización debe encontrar su equilibrio entre capacidades internas e inversión en servicios gestionados. Lo importante es que la estrategia sea integral, basada en riesgos, con controles técnicos y organizativos acordes y una cultura que sostenga el esfuerzo en el tiempo.
Todo lo anterior dibuja un desafío complejo, pero abordable: la sanidad convive con una amenaza constante y, a la vez, dispone de marcos, tecnologías y talento para afrontarla. Con datos en la mano, prioridades claras, procedimientos ensayados y una buena dosis de colaboración, es perfectamente posible proteger los hospitales, salvaguardar la información sensible y garantizar la continuidad de la asistencia incluso cuando los ciberataques arrecian.